Retomo este hilo, que tengo morriña...
mi chica y yo formábamos parte de una cooperativa de productos ecológicos y sostenibles aquí en Madrid (Subiendo al Sur, que ya no existe), donde comprábamos semanalmente nuestros dos panes caseros pero ajenos. Un par de años después nos quedamos embarazados, y el tema de la cooperativa se nos fue haciendo cuesta arriba -en mi caso, horarios incompatibles, en el de ella, un bombo que ahora tiene justo dos añitos y medio- y acabamos en otra cooperativa, pero por internet (La garbancita ecológica, en la que seguimos). Pero nos faltaba el pan. Yo, que siempre he sido muy dispuesto para según qué cosas, me agencié una panificadora con la idea de hacer pan yo mismo, y fui avanzando a trancas y barrancas. Según iba cogiendo confianza, iba usando menos la máquina. Vendí la primera y compré otra mayor, que al final sólo utilizaba para amasar, y de ahí a venderla a un precio irrisorio fue todo uno (lo del precio irrisorio para animar a otra persona a hacer pan, como de hecho ocurrió). Y el hueco de la panificadora lo fueron ocupando la báscula, los banetones, el termómetro, la piedras para sauna...
He descubierto que hacer pan me relaja. Me devuelve a un estado que identifico siempre con mi niñez. Ah, se me olvidaba, mi nena se pone conmigo a hacer el pan, que de la masa le doy una porción para que la potree y la batalle. Y la cara que ponen cuando huelen el pan en el horno, o cuando mi nena para comer me pide "pan de papá" hace que cada pan sea un motivo de alegría, orgullo y responsabilidad.
Y aunque es un poco off-topic, también soy bicivolador, partidario del parto natural, del colecho, de la lactancia prolongada y lo último que hemos hecho es una asociación para un proyecto pedagógico para nuestra hija y algunos bebés más, que aquí en Madrid la educación de 0 a 6 es un sindiós. Soy talibán??