A simple vista, este libro parece una guía de "panes con encanto" muy al estilo de otras referencias sobre hoteles, playas o restaurantes que ofrecen un tipo distinto de ambiente y diseño, alejado del turismo y de ideas más convencionales. Si alguna vez alguien a ojeado este tipo de guías, habrá podido descubrir que esas posadas y tabernas tan maravillosas no parecen previstas para personas como nosotros; la palabra "encanto" sugiere inmediatamente sitos caros, sin reservas, pocas plazas y dificil acceso. Pero Dan Lepard ha tenido la delicadeza de ir más allá y adjuntar a sus panes con encanto, historias encantadoras de personas sencillas que, efectivamente, dan sentido a la idea que da título al libro. En las fotografías que acompañan, se aprecia la marca en la que afortunadamente Lepard no abusa de ancianas sentadas al porche añorando tiempos perdidos, si no que ofrece todo un abanico de personajes que viven el pan con toda naturalidad, desde jóvenes panaderos intermitentes, profesionales de la hostelería, artesanos preocupados por transmitir su herencia y recuperadores de la memoria y las tradiciones. Hay entre ellas, una que me llama poderosamente la atención, un tipo corriente que observa la cámara con su sencillo y pequeño pan de soda junto a su perro un día cualquiera en un sitio cualquiera; fascinante. Hay una idea en todo el libro que nos sacude poderosamente, el valor del esfuerzo. La masa madre y el malteado de los cereales nos enseñan cosas perdidas que hay que recuperar para las escuelas, junto a los gusanos de seda y las semillas de plantas; el milagro, que no es otra cosa que observar cómo se mueve la naturaleza y como nos deja en una posición inferior frente a ella. Este libro no es tanto un libro para recién iniciados o expertos panaderos, quizá es un relato de panes con encanto para gente encantada de hacer pan.
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