Bueno, ya está listo (y estrenado) el pancito de ayer con la harina de Arguiñariz. Al manipularla, la harina recuerda a Rincón del Segura, por ese tono amarillo, y por dar una masa muy extensible (llamativamente extensible). No obstante, durante la fermentación y manipulaciones, la masa se comporta con un poco más de fuerza. En el horno, el pan coge buen volumen. El sabor creo que es un poco menos acentuado que Rincón. Hace tiempo que no uso la blanca de trigo de Rincón (últimamente sólo les consumo integral y centeno), pero la recuerdo muy sabrosa. Vaya, que esta navarra es un buen compromiso; sabor y un poco más de fuerza. (Así, en un primer análisis totalmente acientífico
)
La miga es bonita, tiene un tono cremoso, y un sabor suave. Es 100% blanca; madre blanca, harina blanca, ni una gota de salvado o cosas que no sean trigo blanco. Ya que hacía un poco de fresquete, aumenté la temperatura del agua y la fermentación (respecto a lo que suelo hacer), así que, desde que el agua tocó la harina, hasta que entró en el horno, creo que no habían pasado 6 horas. Suave y esponjoso.
Usé la técnica de poner el horno a tope al principio y apagarlo durante 15 minutos tras meter el pan. Para este pan me está gustando cómo queda. Eso sí, hice una constatación... la nefasta estanqueidad del horno. La parte inferior de la encimera de marmol, justo donde está situado el horno, estaba llena de gotas de agua fruto de la condensación, como un rosario de cuentas transparentes. Aquí un detalle, a ver si se aprecia.