El pasado sábado decidí sentirme glamourosa y, después de quince horas de trabajo, encaminé mis cansados pasos hacia dos puntos de Madrid que pasan por ser de lo mas fetén en cuanto a alimentación se refieren: el cuasinuevo Mercado de San Antón y el recién estrenado Gourmet Experience del Corte Inglés de Castellana. Empiezo por San Antón, que ya lo conocía pero llevaba todo el verano sin haber visto su evolución. Crédulamente pensé, en mi primera visita, justo el fin de semana siguiente a su inauguración, que Viena Labaguette me había decepcionado con sus estanterías semivacías (precisamente un sábado por la tarde, cuando se supone que deben vender mucho o, al menos, pretender hacerlo) por la masiva afluencia de público y su falta de previsión de abundancia de género. Nada más alejado de la realidad. En esta segunda visita, he podido comprobar que siguen en la misma línea: bandejitas minúsculas de croissancitos idem al módico precio de 1 euro la unidad; miniquichés tísicos que creo valen el doble; y, lo que más me importa, unos panes churruscados con pinta de estar más secos que la pata Perico a 5.95 euros la unidad. ya he contado mi experiencia con la tienda de Santa Brígida así que me negué a dejarme seis pavos en un pan que, seguro, acababa con alguno de mis dientes en manos del dentista. Como me pillaba de paso, decidí dar una vuelta por La panadería de Chueca, si bien no ofrezco mi opinión, para que no parezca que tengo especial inquina con este negocio. Me limito a señalar que siempre sueño con el escaparate que yo montaría si la tienda fuera mía (acepto ofertas...). Con el glamour bajo mínimos, decidí que debía resarcirme en el Gourmet Experience de la Castellana donde, a buen seguro, con semejante nombre, gozaría de experiencias inigualables. No esperaba mucho de su panadería, pues imaginaba que sería como la de su homónimo del Corte Inglés de Goya: cuatro panes mal contados de conocida como "línea de panes alemanes" de Bellsolá. Pero, mira tu por donde, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida y descubro, nada más adentrarme en los vericuetos delicatessen, una sucursal de [h]arina. Todo muy fashion, todo muy masa madre, todo carísimo (ejemplo: pan 100% centeno al módico precio de 7.30 la hogacita)... hasta que miras el obrador, perfectamente acristalado, y observas, justo debajo de uno de los hornos, dos bolsitas perfectamente apiladas, con unas veinte barras cada una de ellas. De donde extraigo la conclusión que no es todo tan estupendamente artesano como quieren hacernos creer, al menos, en lo que a barras se refiere. Eso si, los panes carísimos son horrendos de forma e incitan poco al ansia por comprarlos... algo que siempre me hace pensar: ¿por qué se creen estos vendedores de cosas artesanasnaturalesbiológicasecológicas que sus productos tienen que ser deformes, feos y achicharrados para ser verdaderamente artesanosecológicosnaturales? Me habría encantado traerme alguna foto pero, como sin duda sabréis, si se te ocurre hacer tan siquiera la intención de tomar una mísera foto en cualquier esquinita recóndita del Corte Inglés, aparece raudo un vigilante de chaqueta roja dispuesto a cortarte las manos a la altura del codo...
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