Cosa parecida pasa con la sidra o los bollos preñaos. En Lugo casi todos los bares tienen grifo de sidra, somos tan sidreros como los asturianos pero de otra manera. Y los bollos preñaos... ay, los bollos. Hay una panadería en la zona de vinos que cuando yo era (aún más) joven abría para vender bollos preñaos a las tres de la noche a la juventud borrachuza.
Vamos al turrón. Al bollo. En todas las recetas que he visto de bollos preñaos, la masa se enriquece con azúcar y grasa. Pero el recuerdo que tengo de los bollos preñaos se remonta a unos tiempos en los que no se habían inventado el azúcar ni la mantequilla. Los bollos preñaos eran una de las golosinas que salían del horno de piedra de casa, aprovechando que ese día se encendía. Aparte del pan para toda la semana, bollos y demás fruslerías, se asaba un lacón en la esquina y los más jipis metíamos alguna cebolla.
Por eso, he hecho los bollos con la masa que usaría para hacer pan. Harina del Mercadona, bastante agua... lo he hecho a ojo pero calculo al 70% de hidratación. Un chorretón de masa madre para dar consistencia y sabor, y una punta de levadura seca porque tengo más cosas que hacer en la vida que ver fermentar pan. Y una cucharadita de sal.

Masa y chorizos, la masa estuvo dos horas y pico en su bañera azul y subió más del doble, los chorizos no son los mejores del mundo, pero tal vez sean los segundos.

Los chorizos opté por cortarlos a la mitad, porque un chorizo más largo que un pene erecto medio español es demasiado largo para metérselo en la boca. La alta hidratación de la masa dificulta la inserción del embutido, así que es cuestión de andar todo el rato enharinando las manos. No hay que volverse muy paranoico con lo de cerrar la masa a la perfección, porque la grasa roja va a salir sí o sí y te va a manchar esa preciosa bandeja de horno. Lo importante es que las costuras queden por debajo y que la parte superior esté correctamente tensada. Luego batí un huevo y pinté.
¡Atención, momento desconcentraçao! En este punto, me fui a jugar al Civilization III y se me fue totalmente la pinza. Pero totalmente. Al cabo de un par de guerras mundiales y de someter a los pérfidos aztecas, me levanto a por una cerveza y recuerdo los bollos preñaos ¡Oh, señor, pero si llevan dos horas abandonados como niños en el centro comercial!

Claramente, la masa se ha pasado de fermentación. El efecto paños mojados que estudié en Arte no es tan sensual cuando en vez de una teta se marca medio chorizo. En fin, al horno cagando leches. Como cada horno es diferente, sólo diré que no lo puse a tope. Pero sí eché vapor, a ver si el golpe de calor inicial arreglaba esas formas fofas. Cuidado con el calor superior, porque con el huevo aquello puede enmarronecerse en cerocoma.

¡Uuuh, sí, nena, sí! ¿Dónde quedaron las dudas? ¿Dónde, las desesperanzas? ¿Acaso yace bajo nuestros pies algún rastro del desconsuelo que nos afligieron las dificultades momentáneas?
Al final, cortar los chorizos a la mitad fue una buena idea, cada bollo salió por unos 150 gramos, lo que está muy bien como tentempié. Por si no lo sabían vuesas mercedes, el chorizo no es un alimento ligero.
Total, que esto fue ayer y me acabo de desayunar un bollo preñao con vino de pitarra para pasarlo ¡Comienza un nuevo día!