Hace unos días, me salió un desastre panario "invisible". Me explico. Si mirabas al pan, de MM, veías una hogaza preciosa, apetitosa, ¡uhmmm, qué rica! Peeeero, el desastre era que no le había echado nada de sal. Cuando me di cuenta, eché sapos y culebras por la boca contra mí mismo. Aparentemente el pan era de escaparate (qué modesto soy ¿no?)
Por circunstancias, lo empecé al par de días de haberlo hecho. Lo que en principio era un desastre panario había pasado a ser una delicia de pan. Bueno, sí, estaba sosillo, pero aprecié sabores muy sutiles que no apreciaba antes. Incluso, a mi familia, que no se lo revelé hasta que lo probaron dijeron que no se habían dado cuenta (¡qué buenos son conmigo!)
A veces la poca sal ayuda a dar mejor sabor al pan. Para mí fue una buena experiencia. No sé cuándo lo repetiré, pero mejor pecar de poca sal que de mucha. EL consejo de Ibán es muy bueno, echa sal hasta que esté a tu gusto.
Saludos