EL PAN HOY EN MADRID
Después del boom de las panaderías en los últimos años, podría ser oportuno preguntarse: ¿Tenemos ahora mejor pan? ¿Realmente sabemos lo que es calidad en el pan? ¿Cuál es la relación entre la calidad y la salud con el precio de ese producto que consumimos a diario? ¿Cómo es la oferta de pan actualmente en Madrid?
Nuestro comentario a estas cuestiones es personal y sacado de nuestra experiencia: mi mujer y yo regentamos una pequeña panadería ecológica en Segovia y tenemos un despacho en Madrid. Pensamos que este tema es algo que la gente, el público en general, debería conocer de forma amplia.
La cultura del pan hoy día se ha convertido, sintéticamente hablando y casi en su totalidad, en “casi en cualquier esquina, a casi cualquier hora y a un precio que no te lo piensas”.
Un dato objetivo es que hoy día el consumidor no tiene datos concretos sobre el pan que va a comprar y que deberían estar a su vista, por ejemplo, qué es precocido, congelado y calentado para su venta inmediata y qué es fresco, del día, qué tipo y qué calidad de harina está comprando, el peso de las piezas, etc. Tampoco maneja en general conceptos concretos, por ejemplo, qué es la masa madre y qué aporta, cómo está hecho ese pan, si los procedimientos de elaboración son artesanales (formado a mano) o automatizados, cómo son las fermentaciones, largas o aceleradas, cómo se cuece, si en horno con solera de piedra o por convección o chorro de aire caliente y qué aditivos lleva este alimento. Toda esa información es necesaria para que ese consumidor pueda hacer su elección en libertad, además de tener una relación directa con el precio. Actualmente un dependiente de una franquicia de panadería no está en condiciones de informarte sobre la calidad y los procesos de elaboración del pan que vende.
De acuerdo, es una simple pieza de pan, pero pensemos en la trascendencia de consumir diariamente algo que lleve cantidad insignificante de química sintética que nuestro organismo no puede procesar y eliminar, al cabo de años de consumo incorporaremos una buena cantidad de veneno que puede que provocarnos males como disfunciones y alergias, cuando no auténticas enfermedades graves. Muchos procesos de elaboración y especialmente los masivos necesitan aditivos químicos para que ocurran siempre del mismo modo y con el mismo resultado. Los departamentos de Sanidad deberían contar con estudios a largo plazo (15 ó 20 años) sobre las consecuencias de esa química sintética añadida en los alimentos que se consumen diariamente para poder determinar qué es nocivo para la salud de los ciudadanos y avisarlo con antelación. Por otro lado, nos hemos acostumbrado a que el precio sea irrisorio, aunque lo barato y la calidad no suelen llevarse bien, y a la comodidad física al comprar pan: el horario es amplísimo y pilla siempre de paso porque no hay más que levantar la vista en las urbes para encontrar un punto de venta. Estamos ante un negocio sumamente atractivo porque, una vez superados los inconvenientes de precio y distribución (nos lo ponen muy fácil), se trata de vender de forma masiva y diaria, muchas veces a pesar de la calidad, la salud y la información honesta sobre el producto.
En los últimos años han aparecido otras panaderías, las que responden al “un poquito mejor” que algunos consumidores empezaron a demandar: piezas con diferentes formas y semillas en establecimientos especiales. Entre ellos hay que diferenciar las panaderías que reciben estos panes precocidos y congelados y las que elaboran su propio producto. Las primeras no son más que un maquillaje de la producción masiva industrial que, poco a poco, el público va reconociendo. Las segundas tienen mucho mérito porque producen pan fresco a diario (siempre con el riesgo de ¿me sobrará o me faltará?) y carecen de distribución externa: o lo venden en sus propios establecimientos y/o tienen reparto propio muy limitado. Sería bueno que el público supiera de antemano en qué tipo de panadería está entrando.
Luego estamos los que producimos artesanalmente pan ecológico fresco diario, Ecológico quiere decir libre de química en sus ingredientes y en su elaboración. Algunas panaderías artesanas en Madrid ofrecen pan ecológico pero sin certificación; ahí entra la confianza que sus clientes les tienen, pero ante un cliente ajeno, creemos que la certificación ofrece seguridad en muchos sentidos. Mi mujer y yo ofrecemos pan ecológico con la certificación del Consejo de Agricultura ecológica de Castilla y León (CAECYL), por la cual pagamos una cantidad importante para nosotros, además de atender sus inspecciones que conllevan rigurosos registros de proveedores con ingredientes certificados, equilibrio entre los registros de entradas de materia prima y los de salidas de producto, etc. Nuestra elaboración es artesanal, es decir, se toca la masa, se forman a mano las piezas y se provoca una fermentación larga con masa madre que hace que el pan tenga un fondo de sabor más intenso, sea más digestivo y tenga una duración sorprendente, además de cocerlo en un horno con solera de piedra.
Nosotros no competimos, ni por precio ni por distribución, simplemente nos dirigimos a un público que busca calidad y salud en un producto diario. No pretendemos producir mucho ni ser los primeros en nada, pero sí que la gente sepa que lo que se lleva de nuestra casa es un alimento especialmente rico, cuidado y sano.
Estamos sujetos a las mismas normas laborales, fiscales y sanitarias que los grandes grupos y no tenemos ninguna atención especial por parte de las administraciones ni de las distribuidoras. Sólo nos queda intentar controlar la mayor parte del proceso, desde la materia prima (dos de los tres tipos de harinas nos las plantan y muelen en la provincia de Segovia gente cercana con sello ecológico) a la distribución (con una furgoneta repartimos en diferentes establecimientos, además de ofrecerlo en nuestros propios despachos).
Por último, en el precio hay que incluir ese punto de calidad, artesanía y salud, si queremos comer buen pan. Esta elección también es un voto porque tiene mucho detrás, como decía Andoni Aduriz en en su libro con Daniel Innerarity "Cocinar, comer, convivir": "Alimentarnos es una acción que todos realizamos diariamente. Omitimos que tras la decisión de dónde y qué comer se fomenta un modelo de comercio frente a otro; se apuesta por el supermercado frente al negocio virtual o por la pequeña tienda frente a la gran superficie. En un gesto se resuelve uno por uno y otro sistema productivo, por la agricultura biológica o los grandes invernaderos, por las variedades tradicionales o por la biotecnología. Llenando el carro de la compra se aprueba la pesca de anzuelo o la de arrastre; la actividad de barcos factoría o la pesca de bajura. Se avala la labor del artesano o la manufactura industrial, el ingrediente local o la marca global… El plato puede ser una tarima de orador desde la que hacer política, la barricada de una revolución pacífica capaz de desencadenar secuelas inimaginables y ampliar posibilidades en esa pugna entre modelos que se da cada día en la sociedad. ¿Vamos a ignorar toda esa fuerza?"
Jaime Llorente y Susana del Castillo EL OBRADOR
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