Me emociona leeros.
A veces, experimentando una mermelada, aprendiendo una carne de membrillo, peleandome con una plasta de centeno, en medio de esa felicidad personal (de hacerlo y de pensar en los destinos de lo que haces), me planteo que "si hacer estas cosas uno mismo está bien y genera tanta satisfacción, ¿por qué hemos dejado de hacerlas?" La respuesta es complicada, pero muchas veces pensar en esto me ha generado cierta sensación de soledad.
Yo empecé con estas cosas en tributo a personas que quiero (algunas, como mi padre, que soñaba con hacer un brioche perfecto... Si viera los mios me besaría y abofetearía al mismo tiempo), y me enamoré de esa intimidad tan extraña que proporcionan, de esa mecánica concentración, esa especie de mantra, de la cara que se le pone a uno cuando abre el horno y lo ve allí, tan gordo y dorado. Lo cierto es que, hasta que os he leido por el foro, pensaba que era un pirao solitario, pero somos legión!
Gracias a todos