Gooooood morning ladies and gentlemen!
Aquí retransmitiendo desde el centro de Harlem en Manhattan. Es una mañana fría aquí en NYC y el barrio ha despertado con algo de resaca pero alegre tras una larga noche electoral de grandes celebraciones (algún disparo siempre se escapa

¡pero esta ciudad es así!).
Antes de volar la semana pasada, tras leer y ver en los periódicos digitales las consecuencias devastadoras del paso de Sandy y empezar a recibir las primeras noticias de amigos que viven bien al sur de la calle 40 ó en Brooklyn nuestra preocupación no era si la maratón sería suspendida o no, sino si nosotros moralmente debíamos participar o no. Una maratón requiere meses de preparación y un viaje de una semana supone no sólo un esfuerzo económico sino también una organización personal y laboral extraordinaria. Pero cuando ocurre una tragedia de estas magnitudes: con pérdidas humanas, en que miles de personas lo pierden todo, hogar, negocios y otros miles no disponen de agua, electricidad.... es fácil ver qué es prioritario. Casi todo el mundo lo vió claro. Excepto el alcalde de NY, Michael Bloomberg. Creía firmemente que la ciudad y sus millones de habitantes podrían mostrar una vez más esa capacidad de recuperación. Pero se quedó sin apoyos: primero fueron corredores profesionales que decidieron no participar, los medios de comunicación respondieron unanimemente que era un error mantener la maratón y políticamente también se acabó quedando solo. Pero su decisión final de suspender la maratón fue porque esos mismos millones de habitantes a los cuáles quería dar una motivación para levantar el ánimo y sentirse orgullosos de su ciudad se le giraron en contra. Y con tal fuerza que empezaron a organizarse diferente tipo de acciones para boicotear la carrera y evitar su celebración. La rabia y la impotencia hacia Sandy se estaba convirtiendo en odio hacia esos miles de corredores provinientes de todo el mundo.
Aterrizamos en NY el viernes a las 17:30h, la misma hora en que se anunciaba la cancelación oficial del maratón. Nuestro avión estaba lleno de corredores. Las caras de todos al ver la noticia en las pantallas de televión que hay en el aeropuerto de JFK eran obviamente de decepción. Pero creo que mayoritariamente eran también de comprensión porque antes de corredores somos humanos. Sólo pensar en que la salida de la maratón es el Staten Island, una de las zonas más devastadas de la ciudad, resultaba paradójicamente absurdo, insensible e irrealizable.
Nosotros intentaremos volver el año que viene aunque ahora no tengamos la certeza pero entiendo que hay muchas personas que ciertamente no podrán organizarse y cumplir su sueño de correr la maratón de NY.
Mientras esperamos qué nos depara el año que viene (además de buenos panes

) no hemos parado de disfrutar de esta maravillosa ciudad. Afortunadmente estamos magníficamente alojados en el apartamento de una amiga en Harlem (zona que no estuvo afectada en absoluto for el huracán), situados junto a Central Park, por lo que ya os imagináis hemos ido a correr varias veces. Y un buen entreno matutino incluye una pequeña parada para comprar bagels recién hechos,
of course!, pero eso espero contároslo con todo tipo de detalles (¡y fotos!) a mi vuelta a Barcelona....
Aunque nuestro regreso a nuestro hogar todavía se demorará unos días porque de aquí volaremos directamente a Hondarribia para participar el domingo en la Behobia-San Sebastián. Lo sé, lo sé.... alguno pensaréis que es una locura inscribirse a una carrera de 20 kilómetros sólo 1 semana después de correr un maratón

.... Y lleváis razón, ¡pero nosotros somos así!
To be continued...